Comentario
De ciertas pláticas e mensajeros que enviamos al gran Montezuma
Como habían ya pasado catorce días que estábamos en Cholula, y no teníamos en que entender, y vimos que quedaba aquella ciudad muy poblada, e hacían mercados, e habíamos hecho amistades entre ellos y los de Tlascala, e les teníamos puesto una cruz e amonestádoles las cosas tocantes a nuestra santa fe, y veíamos que el gran Montezuma enviaba a nuestro real espías encubiertamente a saber e inquirir qué era nuestra voluntad, e si habíamos de pasar adelante para ir a su ciudad, porque todo lo alcanzaba a saber muy enteramente por dos embajadores que estaban en nuestra compañía; acordó nuestro capitán de entrar en consejo con ciertos capitanes e algunos soldados que sabía que le tenían buena voluntad, y porque, además de ser muy esforzados, eran de buen consejo; porque ninguna cosa hacía sin primero tomar sobre ello nuestro parecer. Y fue acordado que blanda y amorosamente enviásemos a decir al gran Montezuma que para cumplir con lo que nuestro rey y señor nos envió a estas partes, hemos pasado muchos mares e remotas tierras, solamente para le ver e decirle cosas que le serían muy provechosas cuando las haya entendido; que viniendo que veníamos camino de su ciudad, porque sus embajadores nos encaminaron por Cholula, que dijeron que eran sus vasallos; e que dos días, los primeros que en ella entramos, nos recibieron muy bien, e para otro día tenían ordenada una traición, con pensamiento de matarnos; y porque somos hombres que tenemos tal calidad, que no se nos puede encubrir cosa de trato ni traición ni maldad que contra nosotros quieran hacer, que luego no lo sepamos; e que por esta causa castigamos a algunos de los que querían ponerlo por obra. E que porque supo que eran sus sujetos, teniendo respeto a su persona y a nuestra gran amistad, dejó de matar y asolar todos los que fueron en pensar en la traición. Y lo peor de todo es, que dijeron los papas e caciques que por consejo e mandado de él y de sus embajadores lo querían hacer; lo cual nunca creímos, que tan gran señor, como él es, tal mandase, especialmente habiéndose dado por nuestro amigo; y tenemos colegido de su persona que, ya que tan mal pensamiento sus ídolos le pusieron de darnos guerra, que sería en el campo; mas en tanto teníamos que pelease en campo como en poblado, que de día que de noche, porque los mataríamos a quien tal pensase hacer. Mas como lo tiene por grande amigo y le desea ver y hablar, luego nos partimos para su ciudad a darle cuenta muy por entero de lo que el rey nuestro señor nos mandó. Y como Montezuma oyó esta embajada, y entendió que por lo de Cholula no le poníamos culpa, oímos decir que tomó a entrar con sus papas en ayunos e sacrificios que hicieron a sus ídolos, para que se tornase a ratificar que si nos dejaría entrar en su ciudad o no, y si se lo tornaba a mandar, como le había dicho otra vez. Y la respuesta que les tornó a dar fue como la primera, y que de hecho nos deje entrar, y que dentro nos mataría a su voluntad. Y más le aconsejaron sus capitanes y papas, que si ponía estorbo en la entrada, que le haríamos guerra en los pueblos sus sujetos, teniendo, como teníamos, por amigos a los tlascaltecas y todos los totonaques de la sierra, e otros pueblos que habían tomado nuestra amistad, y por excusar estos males que mejor y más sano consejo es el que les ha dado su Huichilobos. Dejemos de más decir de lo que Montezuma tenía acordado, e diré lo que sobre ello hizo, y cómo acordamos de ir camino de México, y estando de partida llegaron mensajeros de Montezuma con un presente, y lo que envió a decir.